Mi trabajo con el cuerpo y el movimiento se remontan muchos años atrás, cuando fui estudiante de ballet clásico en la escuela de Víctor Ullate y descubrí cómo el trabajo armonizado de cuerpo y mente puede liberar nuestra expresividad, darnos poder y fortaleza interior y conectarnos con nuestra esencia.

De la danza pasé a formarme como instructora en diversas disciplinas: aeróbic, step, ciclo indoor… La variedad de formas de movimiento me permitió explorar el variado impacto que cada una tenía en nuestro cuerpo y nuestra mente. Resultó un recorrido apasionante; sin embargo, fue con el método Pilates con el que descubrí de nuevo esa esencia que la danza había puesto ante mí y que ahora tenía un matiz analítico diferente, enfocado en descubrir el centro del movimiento y la labor de acondicionamiento de nuestro cuerpo para mejorar en su control y eficiencia.
Pero el trabajo del cuerpo quedaba corto sin abordar la presencia constante de emociones y sentimientos, preguntas sin respuesta sobre ese poder de conectarlo todo para ser una única cosa, una única presencia en la que lo esencial, la base, fuera algo estable capaz de abordar los cambios, los altibajos, las dudas, la incertidumbre y la propia evolución. Así fue donde llegué a la disciplina que me ha conquistado desde entonces: EL YOGA.
Desde la primera clase entendí que AQUÍ ESTABA LA CLAVE para que todas esas piezas del puzzle fueran encajando: sentir mi cuerpo, hacer las paces con él, tratarlo con respeto, aceptar mis límites, enfocar mi atención, trabajar de manera consciente para alinear mente y cuerpo, descubrir el potencial de nuestra movilidad, nutrirme con la práctica diaria, aprender más sobre la filosofía que subyace en esta técnica milenaria, y conectarla con los avances actuales para beneficiarnos de un yoga contemporáneo en el que encontremos una herramienta poderosa para sentirnos bien, encontrar estabilidad y aceptación; un espacio para que el tiempo se detenga y nos ocupemos de nuestra respiración, nuestro estado presente y podamos sentar las bases de una vida plena y en equilibrio.
Esto es para mí el yoga y cada día sigo descubriendo matices y conocimiento que deseo compartir con mis alumnos. Por eso tras varios años dando clase, me he decidido a crear un espacio propio, un pequeño ‘rincón’ ubicado en el barrio en el que viví mi infancia y que escogí para criar a mis hijos. Cuando mis vecinas y amigas de la Alameda de Osuna me preguntaban por mis clases y por mi yoga, me sentía incompleta al no poder traerles aquí un trocito de todo el bienestar que el Yoga me ha aportado. Así que, como un sueño hecho realidad, me decidí a poner en marcha Feel Yoga Studio, un espacio pequeño, cuidado, centrado en trabajar con grupos pequeños y dispuesta a dar la atención individualizada que necesita cada grupo para contagiaros de mi amor por el yoga, por el movimiento, el trabajo de conexión entre cuerpo y mente, y la libertad de disponer de un momento del día para cuidaros y reconfortaros.
Con toda esta ilusión y con mi convicción de que cuidando de cada uno de nosotros podemos cuidar mejor de los demás, os abro las puertas de este rinconcito para ofreceros un momento de calma y bienestar, un momento «feel-yoga».
Gracias por vuestra bonita acogida.